El corazón es uno de los órganos que más nota el peso del cuerpo. No solo de forma simbólica, sino literal. Cada kilo de más supone un esfuerzo adicional para un músculo que trabaja sin descanso. Por eso, cuando el sobrepeso se convierte en obesidad, el sistema cardiovascular empieza a resentirse, aunque al principio apenas se noten los síntomas.
La obesidad no es solo una cuestión estética: es un problema de salud que afecta al metabolismo, la presión arterial y el equilibrio hormonal. Todo esto repercute directamente en el corazón. Con el paso del tiempo, ese exceso de grasa corporal puede dañar las arterias, alterar el ritmo cardíaco y aumentar el riesgo de sufrir un infarto o una insuficiencia cardíaca.
Comprender por qué la obesidad pone en riesgo el corazón, reconocer las señales de alerta y actuar a tiempo son pasos clave para prevenir complicaciones graves. Cuidar el peso no es solo un objetivo estético, sino una de las mejores decisiones que se pueden tomar para proteger la salud cardíaca.
Qué es la obesidad y cómo pone en alerta al corazón
La obesidad se produce cuando el cuerpo acumula más grasa de la que puede gestionar. Se mide habitualmente mediante el índice de masa corporal (IMC), y se considera obesidad cuando este supera 30. Pero más allá de la cifra, lo que realmente importa es dónde se acumula esa grasa y cómo afecta al organismo.
El exceso de grasa corporal provoca un aumento de la presión arterial, eleva los niveles de colesterol y altera la capacidad del cuerpo para utilizar la insulina. Esta combinación, conocida como síndrome metabólico, multiplica las posibilidades de desarrollar enfermedades cardiovasculares.
Cuando el corazón tiene que bombear sangre a través de un cuerpo con mayor masa corporal, trabaja bajo presión. Su tamaño puede aumentar, sus paredes se engrosan y, con el tiempo, el músculo se fatiga. Esa sobrecarga constante explica por qué las personas con obesidad tienen más probabilidades de sufrir hipertensión, arritmias o insuficiencia cardíaca.
Grasa abdominal y riesgo cardíaco: una relación peligrosa
No toda la grasa corporal tiene el mismo impacto en la salud. La grasa abdominal o visceral, la que se acumula alrededor de los órganos internos, es especialmente dañina para el corazón. A diferencia de la grasa subcutánea, que se encuentra bajo la piel, la grasa visceral libera sustancias inflamatorias que deterioran los vasos sanguíneos y favorecen la formación de placas de colesterol.
Esa inflamación crónica contribuye al endurecimiento y estrechamiento de las arterias, un proceso conocido como arteriosclerosis. Con el tiempo, el flujo de sangre al corazón se reduce, lo que aumenta el riesgo de infarto, angina de pecho y otras enfermedades coronarias. Por eso, incluso personas con un peso aparentemente normal pero con exceso de grasa abdominal pueden tener un riesgo cardíaco elevado.