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Endocarditis: una infección silenciosa que pone en riesgo al corazón

viernes, 12 de septiembre de 2025

El corazón es un órgano que late sin descanso, marcando el ritmo de la vida. Sin embargo, hay situaciones en las que una infección puede instalarse en su interior y ponerlo en serio peligro. La endocarditis es una de ellas. Se trata de una enfermedad poco frecuente, pero de gran gravedad, porque afecta directamente al endocardio —la capa interna que recubre las cavidades y válvulas cardíacas— y puede desencadenar complicaciones muy serias si no se detecta y trata a tiempo.

Lo complejo de esta infección es que, en sus primeras fases, puede confundirse con un cuadro gripal o con un cansancio persistente. La fiebre que no baja, la fatiga que no se explica o el dolor en el pecho suelen pasarse por alto hasta que los síntomas se vuelven más evidentes. Por eso, conocer qué es la endocarditis, cómo se manifiesta y qué opciones existen para tratarla resulta fundamental, especialmente en personas con factores de riesgo, como quienes tienen válvulas cardíacas artificiales, antecedentes de cardiopatía o se han sometido a determinados procedimientos médicos.

La endocarditis no siempre se presenta con la misma intensidad. Puede aparecer de forma aguda, con una evolución rápida que compromete de inmediato la salud del paciente, o de manera más lenta y progresiva, como sucede en la endocarditis subaguda. En ambos casos, la atención hospitalaria es imprescindible, ya que los antibióticos intravenosos o incluso la cirugía pueden ser la única forma de controlar la infección y salvar la vida.

¿En qué consiste realmente la endocarditis?

Hablar de endocarditis es hablar de una infección que se aloja en el revestimiento interno del corazón. Normalmente, las bacterias que viajan por el torrente sanguíneo se adhieren a las válvulas o al tejido dañado y allí comienzan a multiplicarse. Esa colonización provoca inflamación y la formación de pequeños coágulos e infecciones locales, llamados vegetaciones, que interfieren con el funcionamiento normal del corazón.

No es una infección cualquiera: el corazón, al ser un órgano vital, no dispone de mecanismos de defensa tan eficaces frente a la invasión bacteriana. Eso explica que la endocarditis sea una patología de alto riesgo, que requiere atención hospitalaria urgente. Aunque lo más habitual es que se origine por bacterias, también puede estar relacionada con hongos, sobre todo en personas inmunodeprimidas.

Señales que pueden alertar: cómo se manifiesta la endocarditis

Los síntomas de la endocarditis no siempre aparecen de forma clara desde el inicio. De hecho, en muchas ocasiones se confunden con otras enfermedades menos graves. La fiebre persistente es uno de los signos más frecuentes, pero suele ir acompañada de escalofríos, sudoración nocturna, cansancio extremo y pérdida de peso sin causa aparente.

En algunos pacientes, los síntomas afectan de forma directa al corazón, con la aparición o el empeoramiento de soplos cardíacos y dificultad para respirar incluso en reposo. También pueden presentarse manifestaciones en la piel y en las mucosas, como manchas rojizas en las palmas, hemorragias en las uñas o pequeñas lesiones en los ojos. Son señales que, aunque parezcan menores, pueden ser determinantes para orientar el diagnóstico.

Cuando la infección avanza, la endocarditis puede provocar complicaciones graves: desde insuficiencia cardíaca hasta embolias que afectan al cerebro, los riñones o los pulmones. Esa capacidad de dañar múltiples órganos hace que cada síntoma, por pequeño que parezca, deba ser tenido en cuenta.

¿Por qué aparece la endocarditis?

La causa más habitual de la endocarditis es la entrada de bacterias en el torrente sanguíneo, algo que puede suceder en situaciones cotidianas, como un procedimiento dental, una cirugía o incluso a través de heridas en la piel. En personas sanas, estas bacterias suelen eliminarse sin mayores consecuencias. Pero cuando existe una válvula cardíaca dañada o artificial, o un sistema inmunitario debilitado, el riesgo se multiplica.

El uso de drogas por vía intravenosa también se considera un factor de riesgo importante, ya que facilita la entrada directa de gérmenes al organismo. A esto se suman ciertas cardiopatías congénitas, prótesis valvulares y antecedentes de endocarditis previa, que predisponen a sufrir una nueva infección.

En definitiva, la endocarditis aparece cuando confluyen dos elementos: la presencia de microorganismos en la sangre y un corazón vulnerable. La combinación de ambos hace que el riesgo sea real y la infección se establezca en un lugar tan delicado como las válvulas cardíacas.

Endocarditis aguda y subaguda: dos caras de una misma enfermedad

No todas las endocarditis se comportan igual. La forma aguda suele estar causada por bacterias muy agresivas, como el Staphylococcus aureus, y evoluciona de manera rápida. El paciente puede pasar de un estado aparentemente normal a una situación crítica en pocos días, con fiebre alta, escalofríos, dificultad respiratoria y compromiso del estado general.

En cambio, la endocarditis subaguda tiene un curso más lento, a veces de semanas o incluso meses. Sus síntomas son más difusos: fiebre moderada, cansancio persistente, pérdida de apetito o dolores articulares. Esta forma suele deberse a bacterias menos agresivas, pero no por ello es menos peligrosa, ya que puede acabar dañando de forma progresiva las válvulas cardíacas y comprometer la función del corazón.

Cómo se diagnostica la endocarditis en el hospital

Ante la sospecha de endocarditis, los médicos suelen solicitar una combinación de pruebas que permiten confirmar la presencia de la infección. Los hemocultivos son fundamentales, ya que identifican la bacteria causante y ayudan a seleccionar el antibiótico más eficaz.

El ecocardiograma, especialmente en su modalidad transesofágica, es otra herramienta clave. Permite visualizar directamente las válvulas y detectar si existen vegetaciones o daños estructurales. A esto se suman análisis de sangre para valorar la inflamación y el funcionamiento de órganos como los riñones o el hígado, que pueden verse afectados por la enfermedad.

El diagnóstico precoz es determinante. Cuanto antes se inicie el tratamiento, mayores son las probabilidades de controlar la infección y evitar complicaciones.

El tratamiento: antibióticos, hospitalización y, a veces, cirugía

El tratamiento de la endocarditis requiere hospitalización y tratamiento antibiótico intravenoso durante varias semanas. La elección del fármaco depende del germen implicado, identificado en los hemocultivos, y la duración del tratamiento busca garantizar que la infección quede completamente erradicada.

En los casos en los que las válvulas cardíacas han quedado muy dañadas, puede ser necesaria la cirugía para repararlas o sustituirlas. También se recurre a la intervención quirúrgica cuando la infección no responde a los antibióticos o cuando aparecen complicaciones graves, como abscesos o insuficiencia cardíaca.

El seguimiento médico es estrecho, ya que cualquier retraso en la respuesta al tratamiento puede suponer un riesgo vital.

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Complicaciones que conviene tener en cuenta

La endocarditis no es solo una infección localizada en el corazón: su capacidad para generar coágulos infectados hace que estos puedan desprenderse y viajar a otras partes del cuerpo. Cuando eso ocurre, los riesgos se multiplican. Pueden producirse accidentes cerebrovasculares, embolias pulmonares, insuficiencia renal o alteraciones en el bazo y en otros órganos.

Otra complicación frecuente es la insuficiencia cardíaca, derivada del deterioro de las válvulas. En muchos casos, esta secuela obliga a una intervención quirúrgica, incluso después de haber superado la infección.

Cómo prevenir la endocarditis y reducir el riesgo

Aunque no siempre es posible evitar la endocarditis, sí existen medidas que reducen el riesgo de desarrollarla. La higiene bucodental adecuada es esencial, ya que muchas bacterias responsables de la infección tienen su origen en la boca. Por eso, acudir regularmente al dentista y tratar las infecciones bucales sin demora resulta tan importante.

Las personas con válvulas artificiales, cardiopatías congénitas o antecedentes de endocarditis pueden necesitar antibióticos profilácticos antes de determinados procedimientos médicos o dentales. Esta medida preventiva, indicada por el especialista, es una de las más eficaces en los pacientes de riesgo.

Evitar el consumo de drogas por vía intravenosa y mantener un control regular de las enfermedades cardíacas conocidas son también pasos fundamentales para proteger la salud del corazón frente a esta infección.

El pronóstico: qué esperar tras una endocarditis

El desenlace de la endocarditis depende de muchos factores: el germen que la provoca, la rapidez en el diagnóstico, el estado general del paciente y la presencia o no de complicaciones. Cuando se diagnostica de forma precoz y se inicia un tratamiento adecuado, las probabilidades de recuperación aumentan significativamente.

Sin embargo, es una enfermedad que deja huella. Incluso tras superar la infección, muchos pacientes requieren controles médicos periódicos para vigilar el funcionamiento de las válvulas y prevenir recaídas. La recuperación puede ser larga, pero con el seguimiento adecuado es posible retomar una buena calidad de vida.