Perder pelo es una de las preocupaciones estéticas y de salud que más consultas genera en el día a día. Encontrar una cantidad inusual de cabello en el cepillo, en la almohada o en el desagüe de la ducha suele disparar una alarma inmediata. Sin embargo, en la mayoría de estas situaciones, la causa no es una calvicie definitiva ni una enfermedad grave del cuero cabelludo, sino un proceso conocido como efluvio telogénico.
Esta alteración se manifiesta como una caída muy llamativa y repentina que puede reducir notablemente el volumen de la melena en pocas semanas. Aunque la imagen visual pueda resultar impactante, es fundamental mantener la calma: el efluvio telogénico es, por definición, un proceso reversible. Se trata de una señal que envía nuestro organismo para avisarnos de que ha atravesado un momento de estrés o un desajuste interno, pero la raíz del cabello permanece viva y con capacidad de recuperación.
Qué es exactamente el efluvio telogénico
Para comprender este fenómeno, debemos visualizar el ciclo de vida de nuestro cabello. Cada pelo que tenemos pasa por tres etapas: una de crecimiento activo (fase anágena), una de transición y una última de reposo y caída (fase telógena). En un cuero cabelludo sano, cerca del 90% del pelo está creciendo, mientras que el resto se prepara para caer de forma gradual y dejar paso a uno nuevo.
El efluvio telogénico ocurre cuando este ciclo se desajusta de forma brusca. Un porcentaje muy elevado de folículos pilosos —mucho mayor del habitual— decide interrumpir la fase de crecimiento y pasar simultáneamente a la fase de caída. No es que el pelo se muera, sino que se “pausa” masivamente. Lo que el paciente experimenta semanas después es el desprendimiento de todos esos cabellos que han entrado en reposo a la vez, rompiendo el equilibrio de densidad al que estamos acostumbrados.
Por qué aparece el efluvio telogénico
El efluvio telogénico funciona como un mecanismo de ahorro de energía. Ante una situación de gran demanda física o emocional, el cuerpo prioriza las funciones vitales y corta el suministro de nutrientes a procesos que considera secundarios, como el crecimiento del pelo. Es una respuesta defensiva de nuestro sistema biológico.
Existen diversos factores que pueden desencadenar este proceso. Los más comunes son las infecciones acompañadas de fiebre alta, las intervenciones quirúrgicas, los periodos de estrés psicológico intenso o los cambios hormonales importantes, como el que ocurre tras el parto o al suspender ciertos tratamientos anticonceptivos. También juegan un papel crucial las deficiencias nutricionales, especialmente la falta de hierro o zinc, y las dietas extremadamente restrictivas que provocan una pérdida de peso muy rápida.